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“El rasgo común ha sido el abandono retórico del discurso neoliberal, políticamente incorrecto, aunque no siempre sus orientaciones y prácticas.”

FEDUBA dialogó con Oscar Oszlak, PhD en Ciencias Políticas; Director del Programa de Posgrado en Administración Pública de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Es, además,Director de la Maestría en Gerencia Pública, Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco en Trelew. Profesor titular de Políticas Públicas del Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martín; y de Políticas Públicas de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Es Investigador Superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).

FEDUBA: ¿Considera que este presente, atravesado por el bicentenario y marcado por las políticas de memoria y revisión del pasado, demanda también una nueva revisión sobre los orígenes del Estado en Argentina, así como en el resto de la región?

Oscar Oszlak: Precisamente, el hecho de que la región celebre el bicentenario de su proceso independentista, invita a reflexionar sobre las causas que explicarían por qué, pese a un origen histórico común, los países latinoamericanos hayan seguido trayectorias tan disímiles en cuanto a sus respectivos procesos de construcción social. ¿Qué factores explicarían la conformación de sus sistemas de dominación, de sus patrones de desarrollo económico, de sus mercados interiores, de su cultura política, de su grado de cosmopolitismo? Esas diferencias, ¿se debieron a su tamaño, ubicación geográfica, acceso a mercados externos, dotación de recursos, liderazgos políticos, infuencia de la inmigración, rol de la Iglesia, sobrevivencia de rasgos de la dominación colonial? Considero que es tiempo de realizar investigaciones comparadas sobre estos procesos constitutivos, para comprender nuestros orígenes, diferencias y rasgos compartidos.

F: Comparando la actualidad con la etapa neoliberal, ya sea en nuestro país como en el resto de Latinoamérica ¿qué deferencias presentaría, a grandes rasgos, el rol de Estado?

O.O.: Claramente, se ha producido una reorientación de su papel y grado de intervención social respecto de la década de los 90, aún cuando se advierten importantes diferencias debidas, fundamentalmente, a las cambiantes coaliciones políticas que se sucedieron en el poder en cada país de la región y los cambios en la situación económica mundial. El rasgo común ha sido el abandono retórico del discurso neoliberal, políticamente incorrecto, aunque no siempre sus orientaciones y prácticas. El inicio del nuevo siglo, que en la Argentina coincidió con su más severa crisis económica e institucional, pronto dio paso, como en la mayor parte de América Latina, a una década de fuerte incremento de la tasa de crecimiento económico, excelentes precios internacionales para los bienes primarios exportables, sensible reducción de la deuda externa, superávit fiscal y de balanza de pagos, adopción de políticas redistributivas que favorecieron a los sectores más vulnerables de la sociedad, consecuente reducción de la indigencia y la pobreza, y un pronunciado avance de la intervención estatal a través de la regulación de la actividad socioeconómica, la promoción de los derechos humanos, la reestatización de empresas y servicios públicos, etc. Sin embargo, las orientaciones neoliberales se reinstalaron en Chile o se mantuvieron con fuerza en Colombia o México; la democracia sufrió embates en Honduras o Paraguay; y las tendencias intervencionistas del estado se profundizaron en Venezuela, Ecuador y Bolivia.

 
F.: ¿Cuáles serían, a su entender, las principales características de las políticas públicas ejecutadas por el gobierno nacional?

O.O.: En términos de políticas sustantivas, se acentuó el carácter universal de las políticas sociales, respecto a las políticas focalizadas de la etapa neoliberal; se revisaron y promovieron nuevas políticas de derechos humanos; se redujo el peso de la deuda externa con relación al producto; se reestatizaron empresas, se reasumió la responsabilidad de administrar el sistema jubilatorio, se promovió la actividad científico-tecnológica y se produjo un considerable incremento de la inversión pública, entre otras orientaciones destacables. Al mismo tiempo, se descuidaron algunas áreas de política críticas, como la energía o el transporte; se mantuvo casi sin cambios la política fiscal y se produjo un enorme retroceso en materia de información pública. En cuanto al estilo de gestión estatal, se acentuó el protagonismo del gobierno nacional frente a las provincias, aumentó el control centralizado de las principales fuentes de recursos y perdió protagonismo el Congreso Nacional, tanto en su rol legislativo como de contralor del poder administrador.

F.: ¿Cuál considera que es el aporte que hace la Universidad para un mejor funcionamiento del Estado?

O.O.: La relación Estado-Universidad ha sido, históricamente, una relación conflictiva, plagada de desconfianza y recelos mútuos. Considero que el mayor aporte de la Universidad se produce a través de la formación de los recursos humanos que integran los elencos gubernamentales en todo tipo de funciones. La relativa precarización del empleo -tanto privado como público- se manifiesta actualmente en el reclutamiento de decenas de miles  de profesionales que desarrollan principalmente roles como analistas y asesores en la función pública. En cambio, existe todavía un abismo en materia de desarrollo de mecanismos de vinculación tecnológica que permitan institucionalizar el aporte de los centros de enseñanza y generación de conocimiento científico de la Universidad a la actividad gubernamental. No obstante, existen excelentes ejemplos de organismos estatales, como el INTA, el INTI, la CNEA o el CONICET, que constituyen el tipo de ejemplos que deberían generalizarse.

Entrevista realizada por Alelí Jait para FEDUBA.