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“En políticas sociales, el desafío es recomponer la capacidad de intervención de los municipios, como ocurrió con el Estado nacional”.

Espacio Iniciativa entrevistó a Ana Arias, Directora de la Carrera de Trabajo Social de la Universidad de Buenos Aires. Licenciada en Trabajo Social, Magister en políticas Sociales y Doctorada en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), es Profesora de Problemas Sociales Argentinos e Investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. En esta oportunidad, explica los rasgos distintivos de la política social iniciada en 2003 y la diferencia de la “asistencialización” en clave neoliberal llevada adelante en la década de los ´90. También explica los principales ejes de su gestión en la Carrera de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y reflexiona sobre los avances y desafíos en materia de investigación. Leer más.

¿Cuáles considera que han sido los rasgos distintivos de la política social que se inicia en 2003?

Es difícil poder caracterizar lo que ocurre en materia de políticas sociales a partir del 2003 sin dar cuenta de lo que pasó previamente. Durante la década de los ´90 uno de los principales rasgos de la política social en clave neoliberal fue la asistencialización. Los sistemas universales públicos tuvieron un gran deterioro y se produjo una fuerte intervención en materia de asistencia con una lógica absolutamente subsidiaria. En ese marco, la política social aparecía leída exclusivamente en clave de emergencia. Si se observa la evolución del crecimiento de los grandes programas sociales en los ´90, se los puede relacionar directamente con algún conflicto político. Entonces, más que en clave social, la emergencia era en clave política. El programa “Trabajar” u otros programas de empleo o el crecimiento de entrega de alimentos en lugares del interior, son prueba de eso.

Esa matriz empieza a cambiar en el 2003 y hoy podemos decir que, en términos de tendencias, hay un reconocimiento a la asistencia en clave de derechos. Prueba de esto es la cantidad de adultos mayores que se incorporaron al sistema previsional o la Asignación Universal por Hijo (AUH). De esa manera, si decíamos que durante los ´90 la política social se “asistencializó”, hoy podemos decir que se “previcionalizó” dado que cobra relevancia el reconocimiento de derechos a sectores excluidos en el marco del sistema previsional. Entonces, el rol que pasa a ocuparla ANSES es emblemático y permite dar cuenta del cambio de la política social a partir del 2003: por un lado se estatiza el sistema previsional y, luego, cobra un protagonismo inédito en materia de política social y política general.

Por otra parte, al momento de destacar los cambios relevantes en materia de política social, también debemos señalar el aumento del gasto en educación -que llega a un 6% de Producto Bruto Interno (PBI)- y salud. Sin embargo, sería un error pensar que con estos cambios -que son muchos, relevantes y hay defender- se resuelve el capítulo de las necesarias transformaciones del sistema de política social argentino. En este sentido, considero que a futuro son muchos los desafíos y tienen que ver con cómo se recompone el entramado institucional de la política social; no en clave neoliberal -de programas y proyectos- sino en clave de repensar instituciones. Recuperamos la capacidad institucional dela ANSES, del sistema previsional, que es un gran avance y un símbolo de la época, pero falta hacerlo en relación a los sistemas de salud y educación, que son instituciones que tienen otros despliegues y lleva mucho más tiempo. Por es debemos continuar construyendo escuelas, hospitales, centros de salud y volver a pensar la política cultural. Son cuestiones en las que sigue siendo necesario aumentar el presupuesto pero solamente con eso no alcanza. Si inyectamos el triple de recursos a las escuelas tampoco se van a resolver los problemas si a la par no se piensa cuáles son las formas y qué nuevas funciones tienen que cumplir este tipo de instituciones.

Tiene que ver con lo que ha destacado como la necesidad de re-pensar la intervención en la escuela, cosa que podría ampliarse a otros ámbitos -como el sistema de salud.

Claro, la política social neoliberal produjo una transformación que consistió en convertir las formas de intervención a partir de la lógica de programa: si existe un problema se elabora un programa, se hace un presupuesto, se ejecuta, se evalúa, etc. Pero en realidad, si uno lo piensa en clave más clásica, la posición que ocupan las instituciones en la construcción de la sociabilidad, de la politicidad, de la regulación social y en el lugar -en tanto vectores de integración- es mucho más compleja que la elaboración de un programa. La escuela ocupa un lugar social que no es explicable a partir de una sumatoria de programas. Creo en una escuela que tenga la capacidad de escuchar las problemáticas de los chicos, y eso no es un programa “escuchemos a los chicos” sino es repensar la lógica de la institución, por poner un ejemplo. Por eso uno de los grandes debates en relación a los desafíos que se plantea la política social tiene que ver con el tema dela integralidad. No se puede hacer política social a partir de la sumatoria de proyectos o programas, se tiene que hacer desde la recuperación de los lugares, de las instituciones. Esto es complejo porque han sufrido un deterioro importante en materia presupuestaria, de instalaciones, de personal, pero también de sentido. Por eso tenemos que pensar cuál es el sentido que le queremos dar a la escuela pública, al centro cultural, al hospital. En salud uno también podría encontrar una sumatoria de ejemplos de esto. En Argentina tenemos la particularidad de que en los últimos años hubo reformas legislativas de avanzada -se derogó la Ley de Patronato y se la reemplazó por la Ley 26.061, se aprobó la obligatoriedad dela Escuela Media, la muerte digna, el matrimonio igualitario etc., entre otras- pero todavía no tenemos la capacidad institucional de hacer efectivos estas importantes transformaciones. Entonces, el desafío es acercar y garantizar los derechos a aquellas personas que tienen mayores dificultades en el acceso efectivo. Ese es un desafío institucional enorme. Y en ese sentido, la articulación de las políticas sociales tiene que ser en clave institucional, la articulación de millones de programas es imposible.

¿Encuentra cambios en relación a la gestión social local?

La diversidad de la problemática local en Argentina es enorme. Si bien se da un proceso de re-centralización y de mayor intervención del Estado, fue sobre todo del Estado nacional. Pero esta reconstitución de la capacidad estatal -en términos generales y no solo presupuestarios- no se puede homologar a todos los municipios. El trabajo de los Trabajadores Sociales en los municipios es de los más amplios, de mayor exigencia, pero es uno de los lugares donde más apoyo hace falta. Si bien se ha mejorado y es grande la diversidad entre los municipios, esta es una asignatura pendiente. Se trata de uno de los grandes desafíos para la política social: la recomposición de la capacidad de intervención -de ese tejido institucional extendido- de los municipios, tal como ocurrió en el Estado nacional.

¿Cómo analiza la implementación de la Asignación Universal por Hijo (AUH)?

La AUH significa el reconocimiento de un derecho a sectores excluidos en el marco del sistema previsional. En ese contexto, considero que existen dos desafíos al respecto: que se convierta en ley -hoy tiene una institucionalidad precaria- y, en segundo lugar, anexar un mecanismo que actualice el monto para que el poder adquisitivo de esta transferencia no disminuya a causa dela inflación. Por otro lado, es importante destacar que, si bien es posible realizar ajustes, el nivel de cobertura dela AUH es maravilloso. Hemos tenido la oportunidad de realizar entrevistas a dirigentes de organizaciones sociales del Conurbano que trabajaban en lugares asistenciales en el momento más agudo de la crisis y la mirada sobre la AUH es muy positiva aunque también señalan que con esto solo no alcanza. Esto da cuenta de que esta medida se constituye como un piso importante -que hay que institucionalizar, conservar y pulir- para trabajar ahora sobre un conjunto de cuestiones que no se resuelven solo con transferencias monetarias. Por eso a futuro hay que pasar a otro tipo de avanzada en materia de políticas sociales.

¿Qué opina de la Ley 26.061 de protección integral de los derechos de las niñas, niños y adolescentes?

Se trata de una norma de avanzada pero una evaluación de su implementación tiene que atender a los diferentes tipos de respuestas institucionales llevadas adelante para poder concretar otras formas de protección que no sean el encierro y las formas punitivas hacia las niñas, niños y adolescentes. Esto es importante remarcar porque con eliminar lo punitivo no se garantiza la protección integral. Entonces, nuevamente, nos encontramos con respuestas diversas. Ante este contexto, considero que hay que construir una institucionalidad que permita acompañar y hacerse cargo de los niños, niñas y adolescentes y sea capaz de garantizar sus derechos. Creo, a diferencia de la que señala esa crítica conservadora que afirma que no se puede avanzar en esta ley porque no hay capacidad, que nos encontramos ante la posibilidad de construir nuevas formas de protección. Se está haciendo mucho pero con la ley sola no alcanza y, si bien es difícil, nos encontramos en un muy buen momento para generar nuevas alternativas de protección.

¿Qué opina en relación al debate en torno a un sistema penal juvenil?

En principio, nuestra Carrera y nuestro ámbito de cogobierno que es la Junta se manifestaron en relación a esto y siempre acompañamos todas las iniciativas en contra de que se baje la edad de imputabilidad. Me parece que pasa algo parecido a la cuestión anterior, siempre está la preocupación por el final de la historia pero hay que tener la capacidad de llegar correctamente a ese punto. Creo que es importante repensar la relación de esta sociedad con sus adolescentes y, en este sentido, es un desafío que no puede dejarse atado a una ley penal juvenil. Entonces, es un problema intentar resolver un conjunto tan amplio de cuestiones a partir de esto. Por eso se trata de una batalla cultural enorme. En este sentido, considero un error que muchos sectores progresistas solo manifiesten su preocupación al plantear el problema a partir de la denuncia de la metodología represiva. Eso está bien, por supuesto hay que estar en contra del gatillo fácil, de la represión a los jóvenes; pero me parece que deberíamos hacer un mayor hincapié en un conjunto de problemas asociados a cómo esta sociedad construye adolescencia y juventud. Incluyo esto excede al problema de “los pobres” -si bien son los pobres quienes sufren los problemas más graves. Es parte de la batalla cultural que debemos dar y se vincula, entre otras cuestiones, con cómo pensamos la construcción de la desigualdad, de las formas de identidad y la relación con los consumos. A modo de ejemplo, tenemos problemas de falta de consumo -que son los históricos y en los que los Trabajadores Sociales sabemos pensar mejor- pero a veces no sabemos qué hacer con los excesos de consumos. Y con esto no solo me refiero a las drogas o a las armas, sino en poder estructurar subjetividad únicamente a partir del avance del consumo. Entonces, hay cuestiones como sociedad que no solo tienen que ver con la pobreza -aunque, insisto, lamentablemente sean quienes paguen las peores consecuencias- y que en los adolescentes impacta de una manera muy importante. Es parte de la batalla cultural. Las políticas sociales por si solas no resuelven los problemas si no están en un marco de proceso societal mayor..

En esta línea, ¿qué tipo de políticas orientadas a la juventud imagina?

La principal política ya existe y es un gran desafío: la obligatoriedad de la educación secundaria. Esta es una política muy interesante, hasta revolucionaria. La cuestión es -si antes se pensó para formar a los sectores medios- qué hace la escuela ahora para pensar el conjunto de los pibes. Por eso considero que es la política más interesante de todas, la de mayor impacto y la más difícil. Desde ahí hay un lugar para pensar, debatir, reflexionar y construir cómo pensar la escuela media, el lugar que ocupa y su función social. Hay grandes slogans: “crear ciudadanía”, entre otros; pero la cuestión es qué operatividad concreta se construye. La obligatoriedad de la educación media es un tema realmente de avanzada y creo que no tenemos conciencia del verdadero impacto social que tiene esta medida. Incluso es algo que está ocurriendo. Si uno se fija en los encuentros de las diferentes comunidades académicas de educación superior, claramente empieza a aparecer el “problema” del aprendizaje en la escuela porque también tenemos mayores niveles de escolaridad secundaria. Entonces, también aumenta el número y la diversidad de estudiantes terciarios y universitarios. Eso es realmente revolucionario.

Es Directora de la carrera de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. ¿Cuáles son los principales ejes de su gestión y qué evaluación hace al respecto?

El gran objetivo de esta gestión fue cerrar la reforma del plan de estudios abierta hace 12 años. Lo pudimos llevar adelante en la carrera luego de que se hicieran varios foros de discusión, debates de múltiples maneras en las aulas, encuestas a estudiantes y reuniones con docentes. Finalmente, se llevó una propuesta que fue aprobada por 11 votos a favor y 4 en contra en la Junta pero, lamentablemente, en situaciones de escándalo institucional porque el sector que no se siente representado -un sector estudiantil en conjunto con un sector de graduados- tomó la carrera. Recientemente se discutió también en el Consejo Directivo -durante 4 cesiones- y hubo 2 despachos -uno a favor, con 8 votos y uno en contra, con 2 votos. En ese marco, este sector que se opone ha planteado que van a interrumpir cualquier instancia de cogobierno que intente aprobar el plan. Nos encontramos en ese momento, muy tedioso, y uno se siente ante una trampa planteada por este sector anti-democrático. De todas maneras, creo importante destacar lo positivo, que fue el proceso desarrollado ante el desafío de repensar la currícula. La confección del plan fue apasionante y absolutamente enriquecedora y el objetivo fue pensar cómo se enseña Trabajo Social, cómo se enseña a intervenir y cuáles son las formas y las prácticas. Finalmente, creo que el debate fue muy rico y nos ha favorecido.

Por otro lado, considero que hay todo un desafío en la universidad pública que tiene que ver con repensar su rol dentro del sistema universitario -principalmente del público. Esto implica ver cómo, desde nuestro humilde lugar, aportamos a este proceso que caracterizamos de recomposición, reconstrucción y reinvención de lo público. Ante esto, hemos generado un conjunto de elementos muy interesantes. A modo de ejemplo, tenemos una revista electrónica que se llama “Debate Público”, hemos organizado un conjunto de eventos, publicamos un libro y hemos intentado que todas las actividades académicas giren alrededor de este eje tan interesante que implica repensar el Estado, pensar la intervención y la idea de lo popular.

¿Cómo se ha avanzado en materia de investigación?

La carrera de trabajo social creció mucho en materia de investigación y, en este sentido, muchas de las acciones que llevamos adelante en la carrera tienen que ver con generar canales de difusión. Por su parte, hay una cuestión en continuo debate que tiene que ver con cuál es el modelo de ciencia y técnica que puede contener disciplinas como el trabajo social. Esto porque muchas veces el modelo históricamente predominante juega en contra de tipos de producciones como las nuestras que intentan construir conocimiento desde lugares cercanos ala intervención. A modo de ilustración, el “corset” impuesto por el cual se requiere de publicaciones en revistas internacionales indexadas en inglés deja a nuestros investigadores en lugares mas complejos. Entonces, hay que reflexionar sobre el modelo de ciencia y técnica, su rol y el lugar normatizador que ha tenido para el conjunto de las investigaciones. Desde Trabajo Social tenemos buenas armas, hemos crecido en producción -tanto en cantidad como en calidad. Es necesario promover más instancias de posgrado y más proyectos de investigación pero la unidad de medida de nuestro conocimiento no puede ser solo la cantidad. De nada sirve que contemos con especialistas en nada que publiquen cosas que nadie lee, en revistas que nadie lee. Nos pasa que las principales revistas en las que publicamos son consideradas sin referato. Entonces, queremos que nuestra investigación no solo genere curriculums sino también debates, que plantee el desafío de lo que no hay. Son todas cuestiones a atender no solo desde Trabajo Social sino por todas las disciplinas de las ciencias sociales.