Entrevistas

La importancia de la Universidad y las ciencias sociales para planificar y ejecutar políticas públicas

Compartimos la entrevista realizada desde FEDUBA a Martín Unzué, Doctor en Ciencias Sociales, investigador, docente de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad de La Plata e integrante del Comité Académico del “Programa de Actualización en Investigación, Transferencia y Desarrollo en el Campo de la Ciencias Sociales”

– ¿Qué importancia le otorga a un programa de estas características, teniendo en cuenta que entre sus principales objetivos se encuentra el de trazar un puente entre la innovación científica/académica y su uso social?

– El Programa de Actualización en Investigación, Transferencia y Desarrollo en el campo de las ciencias sociales es una apuesta muy relevante que está haciendo nuestra Facultad con el apoyo del gremio docente. La idea es instalar un tema que ha estado relativamente desatendido como el de la investigación orientada a la transferencia y el desarrollo. Esto es importante debido a que la tradición de la transferencia y la investigación aplicada, ha encontrado muchas resistencias en la academia argentina por diversas razones históricas.
Podríamos pensar que el último y más consolidado esfuerzo en promover esa “apertura” estuvo muy atravesado por el giro neoliberal de los años 90. Allí se buscó promover la articulación entre la Universidad y el mundo de la empresa, en parte a través de la introducción de algunos incentivos para cambiar el comportamiento de la Universidad y sus investigadores. La sanción de la Ley de Educación Superior que habilitó ciertas prácticas para que las universidades generen recursos propios y busquen opciones de financiamiento, más allá del presupuesto que reciben del Estado nacional, es un buen ejemplo. Como consecuencia, una parte de la investigación comenzó a orientarse a partir de una demanda por conocimientos prácticos y aplicables que se fue desarrollando en un mercado de servicios. La ecuación fue simple: crisis fiscal, ajuste del gasto, y en consecuencia, impugnación de los gastos considerados no prioritarios, como el destinado a la Universidad y en particular a una investigación vista como meramente teórica y en muchos casos especulativa. Todo ello generó el impulso para que algunos sectores salgan a ofrecer sus servicios en un mercado nuevo.
Una buena parte de las ciencias sociales comprendieron que el sentido de ese cambio originado en una posición de debilidad presupuestaria, suponía una inaceptable subordinación del conocimiento al mercado, lo que planteó problemas muy diversos, que van desde el cuestionamiento de la autonomía universitaria y científica, hasta la pregunta por qué podrían ganar las ciencias sociales en ese mercado.
Pues bien, el resultado fue una relación tensa y conflictiva, en la que nuestras disciplinas no terminaron de aceptar esas nuevas reglas (algo que sí se dio en algunos otros campos del conocimiento).
A este cuadro se lo completa con una pregunta recurrente por la utilidad y la pertinencia de las ciencias sociales. No es casual el muy tardío desarrollo de nuestros campos de estudio en Argentina, tampoco que recién estemos celebrando el 25 aniversario de la Facultad, la más nueva de las facultades de la UBA.
Las ciencias sociales han tenido muchas dificultades para consolidarse en la Argentina, han sido víctimas directas de los golpes de estado que han abortado sus incipientes desarrollos, y ello también explica que recién estemos en una etapa de consolidación. Claramente 25 años es muy poco tiempo. Los primeros graduados salieron hace sólo dos décadas y debieron consolidar espacios de intervención, difundir en qué consistían sus disciplinas (esto claramente para carreras como Ciencia Política o Ciencias de la Comunicación), ser aceptados en ámbitos como el propio Estado que habían funcionado sin ellos en el pasado.
Lo que estoy diciendo es que el programa tiene una virtud importante: abre un espacio de reflexión, pero también señala una preocupación institucional por discutir el tema de la investigación en ciencias sociales, preguntándose qué debe ser, y cómo puede aportar al desarrollo, y esto sucede en primer lugar, luego del fracaso de los intentos de la década del ´90 en nuestro campo, y también, con unas ciencias sociales que están hoy, por fin, comenzando a madurar como disciplinas.
Por ello, es mucho lo que las ciencias sociales pueden dar, y es necesario rediscutir qué es investigar para nosotros y qué formas de transferencia esos conocimientos se pueden consolidar.
Hago una aclaración, esto no significa de ningún modo que deban abandonarse los intentos por desarrollar una investigación fundamentalmente teórica, como la que se ha sostenido en estas últimas décadas. La cuestión es ir más allá, proponer nuevas formas de ejercicio de la investigación, que se sumen a las tradicionales, y que tengan una impronta volcada a la transferencia de conocimientos, pero ya no con el fin de satisfacer demandas del mercado como en los ´90, sino demandas del desarrollo, donde el Estado junto a las Universidad y a la comunidad científica, devienen actores fundamentales.
La nueva apertura de la investigación en las ciencias sociales a las demandas concretas del desarrollo económico y social, ya no parecen dictadas por un mercado y las necesidades presupuestarias, sino que son parte de la asunción de un nuevo sentido de responsabilidad de las Universidad con la sociedad. Esa es la particularidad y la novedad de este momento histórico que explica la necesidad del programa.

– Teniendo en cuenta su experiencia en la realización de estudios comparados sobre Universidad y políticas públicas ¿Cuál es el valor que le otorga a la formación de investigadores capaces de insertarse en equipos interdisciplinarios para el desarrollo de políticas públicas?

– Mi trabajo se ha centrado, en los últimos años, en la comparación entre el sistema universitario brasileño y el argentino. Las diferencias son enormes en muchos aspectos, pero es de destacarse que en Brasil, la relevancia de las políticas públicas hacia la Universidad es mucho mayor que en Argentina y el vínculo entre el sistema universitario federal y el Estado es mucho más directo que en nuestra tradición. Esto no significa que la Universidad brasileña no sea autónoma, pero el sentido de esa autonomía no es tan fuerte como el que tenemos nosotros y por lo tanto, muchas políticas de posgrados, de investigación, se piensan en el gobierno y se aplican en las Universidades. Del mismo modo, el rol de las Universidades en la formación de recursos humanos que se insertan en el Estado parece más formalizado que el que conocemos en Argentina.
Hay una tradición de una burocracia con altas credenciales universitarias en muchos ministerios del país vecino, y el paso de la Universidad al empleo en el Estado, vía concursos de ingreso, es muy frecuente.
La situación aquí no es tan clara y me parece que es un punto que debe ser atendido. El Estado argentino, ha sido devastado desde el punto de vista de la calificación de sus recursos humanos en un extenso proceso que se inicia al menos en la segunda mitad de los años ‘70, y las consecuencias de ello son enormes. El Estado nacional tiene muchas dificultades para implementar y sostener políticas públicas. Es necesario reconstruir ese rol del Estado, es una tarea aun pendiente en buena parte y un límite enorme para hacer políticas. Las ciencias sociales están llamadas a tener una voz en ese complejo proceso que supone la reconstrucción de las capacidades del Estado para planificar y ejecutar políticas públicas complejas. Este también es un eje que el Programa debe tener en su horizonte.

– ¿Qué grado de desarrollo ha obtenido la producción científica/académica de acuerdo a su tema de investigación en Argentina y la región durante los últimos años?

– La última década marca un importante cambio de tendencia en el desarrollo científico. En primer lugar, un aspecto central, es que la tradicional escasez de recursos para I+D se ha visto revertida. Esto no quiere decir que las condiciones ya sean óptimas, pues hay muchas décadas de desinversión y estos procesos son lentos de desandar. Pero está claro que hay recursos disponibles para la investigación, también para la formación de investigadores. Tanto los programas de becas, como los subsidios han crecido de modo muy significativo, así como los posgrados, en particular los orientados a la investigación (doctorados).
Lo que estoy diciendo es que es claro que hay una nueva apuesta al desarrollo científico local pero que recién está dando los primeros pasos. El aumento presupuestario es condición necesaria. Se debe pasar a una segunda etapa, que en parte está en gestación, que es preguntar qué se espera de ese desarrollo.
En lo que a nosotros respecta, la pregunta es qué aporte se espera de las ciencias sociales, y particularmente de la investigación en ciencias sociales, entendiendo que esa participación no puede estar limitada a reproducir los indicadores de productividad académica que se han ido consolidando en las últimas dos décadas, y que se corresponden más a las realidades de los países centrales y siguiendo los modelos de algunas disciplinas en particular. Se debe discutir cuánto valor tiene producir artículos con referatos en revistas internacionales, o artículos con altos “índices de impacto”. Sin dudas eso es importante aunque podamos cuestionar algunos de los presupuestos que están detrás de estos indicadores. Pero el punto es que la investigación en ciencias sociales debe avanzar hacia formas más diversas de desarrollo, donde la investigación tradicional sea una parte, y que se desarrollen otras formas, igual de valoradas en los procesos de acreditación que impone una carrera académica que en buena medida aun está en proceso de establecimiento.

– Desde su campo disciplinar y como miembro del comité académico ¿cuál considera que puede ser su aporte más enriquecedor para la formación docente?

– El programa debe contribuir a generar un debate sobre estas nuevas formas de investigar en ciencias sociales, que también están definidas por la pregunta sobre qué se investiga, para qué….pero entendiendo que tanto el Estado como la Universidad, y aquí me refiero particularmente a la comunidad académica, a los investigadores, tienen mucho que decir al respecto, no como en los ‘90, donde se le dio la voz al mercado.
En este sentido, y por múltiples razones, nuestra facultad debe construir ese debate. Debe ser uno de los lugares privilegiados del desarrollo de estas preguntas y este posgrado, en el que se reúnen un conjunto de estudiantes que están transitando laboralmente por diversos ámbitos, muchos de ellos públicos, es un lugar que debe ser consolidado.
Hay que avanzar en la producción de nuevas formas de investigación en ciencias sociales que permitan enriquecer nuestro campo de trabajo, pero también hay que plantear que ese rol de las ciencias sociales debe estar contemplado en la formación de nuestros graduados y en este sentido también se requieren iniciativas como la que surge de este posgrado.

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