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Las vacunas son un acontecimiento solidario

Compartimos la entrevista realizada por Página 12 a nuestro compañero Alejandro Kaufman (profesor, ensayista y crítico cultural y ex director de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA). Analiza los efectos de la pandemia entre la incertidumbre, la vulnerabilidad y el pánico. La vacunación como materialización del lazo social y la vacuna como política e ideología.

La covid-19 vino a irrumpir en un mundo en el que “estábamos viviendo una condición de control de la incertidumbre; un control estadístico, hasta filosófico, sobre la premisa de que cierto tipo de fenómenos pertenecían al pasado”, sostiene Alejandro Kaufman. De ahí, el pánico y la sensación de vulnerabilidad que despierta la pandemia actual, cuyo carácter desconocido vino a desmoronar la fantasía de creer que “la incertidumbre fuera algo calculable”.

Alejandro Kaufman es profesor universitario, crítico cultural y ensayista. Es profesor titular regular en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) e investigador del Instituto de Investigaciones Gino Germani, dependiente de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Fue profesor visitante en las universidades de Bielefeld, San Diego, Zürich y ARCIS, Santiago de Chile, y en la École des Hautes Études en Sciences Sociales, de París.

Miembro del comité de dirección de la revista Pensamiento de los Confines, es autor de numerosos artículos en revistas especializadas, libros en colaboración y traducciones. Escribió, entre otros, La pregunta por lo acontecido (2012) Golpes (2017). En 2018 recibió el Pañuelo Blanco, máxima distinción de las Madres de Plaza de Mayo.

–¿Qué realidades y experiencias vivenciales observó con la pandemia del coronavirus?

–Es una gran pregunta. Creo que uno de los aspectos centrales de esta experiencia ha sido el modo en que ocurre la incertidumbre. ¿De dónde veníamos con respecto a la incertidumbre? De que la incertidumbre fuera algo calculable. No es que la incertidumbre sea nueva, sino que de algún modo estaba disciplinada. Es decir, hay múltiples experiencias colectivas, sociales y cognitivas que estaban siendo objeto de un tratamiento predictivo. Se podría decir que tal condición forma parte de la modernidad; pero en los tiempos más recientes hay una especificidad respecto de cómo tramitar la incertidumbre. Por eso en los procesos modernos se habla de post. Lo post respecto de lo moderno es, en buena medida, el tratamiento de la incertidumbre. El modelo explicativo, confiable, tipo newtoniano, tipo clásico, entra en crisis en el siglo XX. Estábamos viviendo una condición de control de la incertidumbre; un control estadístico, hasta filosófico, sobre la premisa de que cierto tipo de fenómenos pertenecían al pasado. Lo epidémico era una cuestión localizada, sobre todo en la periferia. El hecho de que algunos actores hayan alarmado sobre la posibilidad de la pandemia no influyó mucho y ahora se lo puede tomar como una predicción acertada. La otra cuestión que estuvo ocurriendo, aparte de esta gestión de la incertidumbre y como parte también de la gestión de la incertidumbre, fue de algún modo ficcionar el Apocalipsis, que, en realidad, es ficcionar la vulnerabilidad.

–¿En qué sentido “ficcionar la vulnerabilidad”?

–En los últimos años se fue cimentando una conciencia de vulnerabilidad desde las posiciones de las ciencias sociales, de la filosofía y en la ficción. Las distopías son de vulnerabilidad general, de Apocalipsis, de algo que se descompone. Hay un montón de historias que muestran que algo falló, en las que algún rasgo simple produce una catástrofe general y todo se detiene. En realidad lo que se tramita en esas ficciones es el estado de vulnerabilidad de la civilización técnica. Es una situación compleja, con un enorme control de los acontecimientos, pero a la vez con una gran vulnerabilidad. Y entonces también en el orden del conocimiento científico fueron expandiéndose nociones acerca de la vulnerabilidad: lo que sucede con los recursos, los fenómenos geológicos, no solamente el cambio climático, sino el modo de entender el clima como un evento angustioso. Por eso, no es extraño que los pronósticos meteorológicos se hayan convertido en un espectáculo de entretenimiento donde tratan de consolarte de la incertidumbre. Todas estas cuestiones sirven para entender la pandemia, no de un modo prejuicioso, como si uno lo que va aprendiendo ahora lo supiera de antes, porque este es otro problema que aparece en el orden de la comunicación, del conocimiento, de las conversaciones y de lo que decimos sobre la pandemia.

–¿Esperar respuestas inmediatas o infalibles lleva implícita cierta negación de la vulnerabilidad?

–Hay fenómenos de servidumbre voluntaria, de autoritarismo, de expectativa de que un otro o una otredad resuelva las incertidumbres. Sucede todo a la vez. Lo que ocurre es que en nuestra época la forma de enfrentar el dolor, la muerte, lo inesperado, son formas técnicas, a diferencia de otras épocas. Entonces, cualquiera de las experiencias que podamos describir está cruzada por una lógica instrumental, por una cultura de la técnica. Es decir, se trata de conocer los fenómenos causalmente y resolverlos de manera técnica. Eso es lo propio de nuestra época y del modo en que funciona el mundo contemporáneo. Toda sociedad se organiza alrededor de algún tipo de certidumbres o creencias. Las nuestras se concentran en una visión técnica y esta pandemia se está encarando de esa manera. Lo que ocurre y produce cierta confusión es que no son los científicos los que gobiernan, sino los Estados. El gobierno es político, las decisiones son políticas precisamente porque no hay un saber establecido respecto a lo que está ocurriendo. No es la ley de gravedad, algo que está establecido, sino que se trata de una cantidad de eventos que son completamente desconocidos. Y hoy, después de más de un año de pandemia, todavía tenemos un elevado grado de incertidumbre. Se ha aprendido mucho; la coordinación entre esfuerzos de investigación en todo el mundo es de una magnitud creciente y nueva. Pero, sin embargo, todavía quedan muchísimas incertidumbres porque las incertidumbres tienen que ver, también, con el modo en que se extiende el tiempo del proceso. Y ahí aparece otro tema, el de la vacunación.

–¿Cómo alivio de la incertidumbre?

–Me refiero a que la vacunación habría sido eficaz si dispusiéramos de una vacuna que pudiera darse a todo el mundo al mismo tiempo. Porque eso hubiera producido lo que se llama la “inmunidad de rebaño”. Al aplicarse de manera muy extendida en el tiempo se reduce la eficacia, en un contexto en el que aparecen nuevas variantes. Estamos en el medio de eso a nivel global. Ahora, este problema no está siendo comprendido de manera masiva ni está siendo bien comunicado. Los gobiernos lo saben, pero el rol de los medios de comunicación en ese sentido es devastador, sobre todo de la prensa hegemónica, que no cumple un papel de contribución a un conocimiento que permita prevenir males mayores. Ahí tenemos otro elemento de la anterioridad, que viene de antes, que es la sociedad del entretenimiento. Todo tiene que ser simple y estar señalizado, tiene que ser divertido, ameno; no se puede hablar de la muerte, no se puede hablar de incertidumbre, no se puede hablar del cuidado tampoco. Y bueno, la pandemia no tiene nada de amenidad. Recordemos cuando la muerte todavía estaba en la vida social pública. Es decir, había duelo. Esta forma que tenemos ahora nos deja sin resguardo frente a una tragedia como ésta. En paralelo, también se plantea cómo están construidas nuestras subjetividades cognitivas, nuestros conocimientos. Se construyen sobre la idea de que sabemos. Es decir, no estamos calificados para decir “no sé”. En la pandemia los únicos que dicen “no sé” son los que saben, que son los epidemiólogos. No obstante les requerimos que digan algo que no saben ni pueden saber.

–¿Cuánto del pánico se alimenta y retroalimenta a partir de la incertidumbre? ¿Puede el hartazgo al pánico generar ciertos descuidos?

–El pánico produce un agotamiento porque es un gran despliegue de energías, es decir, muchas de las cosas que conversamos nos las representamos por las ficciones. La violencia, la angustia, todo… La industria cultural nos transmite determinados significados. Con el pánico ocurre lo mismo. El pánico es un fenómeno denso y no muy estudiado, porque no es fácil estudiar; no hay un lugar donde podamos observarlo porque acontece inesperadamente, captura a quienes lo padecen y los somete a un despliegue de energías. Tiene que ver con una pérdida del control de sí, con un estado de pérdida de la razón. Es una situación de extrema vulnerabilidad que nos lleva a actuar de una manera ineficaz. El pánico es un estado de inconsciencia.

–¿Cómo funciona el pánico en el contexto actual de pandemia?

–La terapia intensiva es el lugar en que esa incertidumbre se disciplina y administra por medios técnicos y que esta pandemia específica desbordó masivamente. El pánico de pandemia se produjo ahí; no se produjo como en otras epidemias de la historia. Lo que produjo al principio el pánico fueron las terapias intensivas desbordadas, el que un recurso técnico de gestión artificial de mantenimiento de la vida, requerido en una medida en apariencia normal, limitada, de un día para el otro y en forma global se revelara impotente. No fue en sí mismo el número masivo de víctimas mortales, por lo menos en un inicio. Por eso hay pie para negar lo que ocurre, porque no hay una mortandad del tipo que conocemos por la literatura o la historia. El punto nodal del pánico ha sido la crisis técnica de la gestión de la muerte. De alguna manera, hay un comportamiento social que podríamos llamar hedonista. O sea, yo tengo que poder hacer lo que quiera: tengo que poder viajar, tengo que poder opinar, tengo que poder consumir; esa es la vida moderna. La pandemia me exige hacer algo que va en contra de eso y en el mundo de hoy eso es muy difícil de conseguir. Por eso, como es tan difícil lograr que la gente se distancie, nos hemos conformado a nivel global con no desbordar las terapias intensivas. Esa construcción técnica que teníamos de la muerte fue cuestionada por la pandemia. Y convivimos con un estado de cansancio, por supuesto; el cansancio también es consecutivo a la calamidad. Porque la capacidad que tenemos de enfrentar un esfuerzo como el que implica un enorme peligro es muy limitada.

–¿Por qué sostiene que “las vacunas son materializaciones del lazo social”?

–Las vacunas sustituyen al distanciamiento. En el caso de este tipo de virus, como la trasmisión es aérea, necesitamos poner distancia entre las personas. En paralelo a la vacuna como materialización del lazo social, hay otra cosa que decir, y es que las vacunas son inherentemente un acontecimiento solidario. Esto a diferencia de los fármacos que sirven para tratar a una persona por una causa de manera individual. Estas vacunas solo sirven si se dan a todo el mundo. Si realmente la vacunación no se programa de una manera de lo más rápida posible y de lo más generalizada posible, a la larga perdería toda eficacia. Entonces la vacuna materializa la solidaridad. Por eso no es casual que sean países con tradiciones socialistas los más predispuestos a fabricar vacunas, porque la vacuna no es un gran negocio. El negocio es fabricar remedios para individuos que puedan pagar lo que sea. La vacuna tiene que darse a toda la población. Volviendo al tema del pánico, el acaparamiento de la vacuna de los países desarrollados es un comportamiento pánico. Pues yo tengo el conocimiento de cuántas vacunas necesito, pero me las guardo. Eso no tiene ninguna lógica, pero llevó un montón de tiempo hasta que se decidieran a donarlas porque prevalecía más el estado pánico de sociedades poderosas que tienen la capacidad de auto protegerse en detrimento de otras.

–En esos casos, pánico e ideología.

–Es que el capitalismo conlleva el pánico de empobrecerse. Es decir, el pánico contemporáneo es un pánico también económico. La economía es un régimen de pánico, a que no se produzca lo suficiente, a que no haya recursos, a no crecer, a que haya inflación. Ese comportamiento pánico es constitutivo, porque la vida contemporánea es gestión de la incertidumbre. Hay una diatriba permanente contra las vacunas que vienen de lugares que no gustan y una apología de vacunas de países desarrollados. Todo eso es pura ideología. Y la vacuna también es ideología y política. Es ideológica en el sentido de que es un desarrollo técnico que materializa la solidaridad. Por eso un país como Cuba se pone a fabricar vacunas, porque le resulta natural hacer eso y políticamente lo tienen habilitado. En la cultura contemporánea, fenómenos que nos conciernen a la totalidad, son tratados de distinta manera según la perspectiva política. Entonces, nadie está en contra de las vacunas desde el punto de vista estatal, pero los enfoques son diferentes según las posiciones ideológicas. Por ejemplo, se dice que Rusia hace geopolítica con las Sputnik y que Estados Unidos hace una donación.

–En relación con esto último, y puntualmente sobre las distintas posiciones alrededor de la vacunación y las medidas para combatir la propagación de la covid-19, hay todo un debate acerca de las libertades individuales, el avasallamiento de derechos y lo que muchos llaman “discursos de odio”. ¿Cómo concibe estas posturas fuertemente antagónicas?

–Con respecto al tópico de la libertad, varios aspectos: uno de ellos, refiere a que el modo de vida consumista, hedonista, supone no tener restricciones, cosa que en la práctica no es así. El capitalismo se basa en el movimiento de mercancías, signos, personas. La idea de que sea sin restricciones es, por supuesto, ficticia. La propia lógica del flujo de signos, mercancías y personas requiere un control. Por un lado, hay un sentido común, una condición existencial de deseo de movimiento. Son los matices ideológicos los que inciden en el tema de las restricciones. La vida contemporánea no es más que una gigantesca lista de restricciones de todo tipo. Entonces, es una parafernalia propagandística ideológica completamente frívola incluso, pero que sin embargo a una cantidad de gente le hace tener una distinción respecto de las ideologías a las que se oponen. Estas posiciones tienen cierta eficacia porque poseen un componente de experiencia colectiva, que es una vida basada en el movimiento. Entonces yo distinguiría entre una vida basada en el movimiento y la ideología que le da una connotación específica en relación a ciertos intereses, que es lo que hacen los que se oponen por derecha. No solo hay que tener prevención hacia el propio discurso de odio como tal sino frente a las difamaciones y acosos de que son objeto quienes nos previenen de tales consecuencias. Quienes las profieren, con mala fe, se amparan en la libertad de expresión para validar sus manifestaciones intrínsecamente incompatibles con la propia libertad de expresión a la que apelan, porque lo que dicen tiene como meta inmediata acallar mediante el daño moral a quienes atacan. Es un dilema de difícil resolución en la convivencia democrática que no se debería subestimar.

 

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/357269-las-vacunas-son-un-acontecimiento-solidario